No calles nunca mis labios
que gimen tanto
ni mis ojos…
que te miran quietos,
como luceros negros
en tus noches claras,
de desnudez perpetua
en calidez del alma
y ensenadas...
y deja que cante la vida
allí en tus labios,
como un colibrí sediento
de mis dos senos!
Eileen
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