Después de escondernos en la noche nacarada, mis ojos claros te buscaron quietos en el infinito de tu alma blanca y desperté en tus labios, como un beso sostenido en la nostalgia y destejí despacio las madejas de tus sueños, con mis dedos apretados en tus manos y en el cálido latir de tu silencio.
Allí de nuevo me bebí aquel tiempo que pasaba lento entre la noche eterna y un reloj sin dueño y encontré en tu pecho vida mía ese refugio que busque mil veces en las aguas de corales y en los campos de jazmines, que brotan de tus mares y crecen al abrigo de tu sombra, como huella que no pasa, en los campos de tu alma, donde toda mi añoranza habita en tu ciudad!
Eileen
1 comentario:
que bello mi cielo, cada uno es bellisimo y el siguiente mas aun...
Publicar un comentario